- La Comisión Europea impone una multa de 120 millones de euros a X por vulnerar la Ley de Servicios Digitales.
- Elon Musk responde atacando a la Unión Europea, pide su "abolición" y que la soberanía vuelva a los Estados.
- Bruselas acusa a X de diseño engañoso, falta de transparencia publicitaria y de negar datos a investigadores.
- El caso abre un choque político y regulatorio entre la UE, Musk y dirigentes de Estados Unidos y Europa.
O enfrontamento entre Elon Musk y la Unión Europea ha dado un nuevo salto de nivel con la primera gran sanción de Bruselas contra la red social X y la reacción incendiaria del magnate. La Comisión Europea ha comunicado una multa de 120 millóns de euros a la red social por vulnerar varios puntos clave de la Ley de Servicios Digitales (DSA), una normativa que marca el paso de la regulación digital en Europa.
En cuestión de horas, el dueño de X ha pasado a la ofensiva y ha lanzado una batería de mensajes en su propia plataforma en los que pide la «abolición» de la Unión Europea, acusa a la Comisión de adorar al «dios de la burocracia» y sostiene que la UE está «asfixiando lentamente a Europa hasta la muerte». Sus palabras han encendido un debate político que ya desborda el terreno estrictamente tecnológico.
Una multa histórica: 120 millones de euros contra X
La sanción anunciada desde Bruselas se apoya en la Ley de Servicios Digitales, el gran marco regulador europeo para las plataformas en línea. Se trata de la primera vez que la Comisión Europea aplica una multa de esta envergadura contra X por infracciones acumuladas tras una investigación que, según las autoridades comunitarias, se ha prolongado durante dos años.
El núcleo de la decisión se centra en el «diseño engañoso» de la marca azul de verificación. Ese distintivo, que antes se asociaba a una comprobación de identidad realizada por la propia plataforma, se ha convertido tras los cambios de Musk en un beneficio ligado a la suscripción de pago. Sin embargo, los usuarios siguen interpretándolo como un sello de autenticidad, algo que para la Comisión vulnera las exigencias de claridad y no confusión que impone la DSA.
Además del icono azul, la Comisión apunta a otras infracciones relevantes. Entre ellas, la falta de transparencia en el repositorio de anuncios de X, una herramienta que debería permitir a ciudadanos, reguladores e investigadores conocer quién paga por la publicidad y con qué criterios se difunde. Bruselas también reprocha a la empresa la negativa a facilitar el acceso a determinados datos públicos a la comunidad investigadora, otra de las obligaciones específicas de la normativa europea.
La comisaria responsable de la agenda digital ha defendido que la cuantía de la multa es proporcional al tipo de infracciones detectadas, al número de usuarios afectados dentro de la Unión Europea y al tiempo durante el que se habrían mantenido estos incumplimientos. Desde la Comisión subrayan que no se trata de imponer los castigos más altos posibles, sino de garantizar que las grandes plataformas se ajustan a los estándares democráticos y de transparencia que la UE quiere exportar al resto del mundo.
En el marco de la DSA, las sanciones pueden llegar hasta el 6 % de los ingresos globales anuales de las empresas que incumplan de forma grave y reiterada. En este caso, X dispone de entre 60 y 90 días laborables, según la obligación concreta, para aplicar cambios que corrijan las prácticas señaladas o, en su defecto, preparar un recurso ante los tribunales europeos.
Los reproches de Musk: burocracia, libertad de expresión y soberanía
La reacción del empresario no se ha hecho esperar. A través de una serie de mensajes encadenados, Musk ha descrito a la Comisión Europea como un aparato que «adora al dios de la burocracia» y que, en su opinión, estaría «asfixiando al pueblo de Europa» con regulaciones que ahogan la innovación y la libertad en internet.
En uno de los textos que ha fijado en la parte superior de su perfil, el dueño de X sostiene que «la UE debe ser abolida» y que la soberanía debería regresar a los países individuales para permitir que los gobiernos representen de manera más directa a sus ciudadanos. Este mensaje, visible para sus cerca de 230 millóns de seguidores, se ha convertido en el centro del debate sobre hasta qué punto un empresario tecnológico puede influir en la discusión política europea.
Musk insiste en que la multa no tiene tanto que ver con cuestiones técnicas como con un intento de restringir la libertad de expresión en Europa. Ha llegado a afirmar que «la mejor forma de descubrir quiénes son los malos es ver quién quiere limitar lo que se puede decir» y ha presentado la sanción como una medida que castiga a X por no plegarse a lo que él considera «censura» de contenidos incómodos para Bruselas.
En varios de sus mensajes, el magnate recalca que «ama Europa» pero rechaza la estructura actual de la UE, a la que se refiere como un «monstruo burocrático» desconectado de los ciudadanos. Estas declaraciones se suman a otros choques previos con las instituciones comunitarias desde que adquirió la antigua Twitter, incluyendo investigaciones sobre desinformación, moderación de contenidos y cumplimiento de normas europeas y la actividad de xAI.
Apoyos euroescépticos y críticas desde Europa
Las palabras de Musk han sido recibidas con entusiasmo por líderes abiertamente euroescépticos. Entre ellos, el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, que ha aprovechado la multa a X para volver a cargar contra las instituciones comunes y denunciar lo que considera un ataque a la libertad de expresión por parte de Bruselas.
Orbán ha señalado que cuando los «señores supremos» de la capital comunitaria no consiguen ganar el debate público, recurren a las multas, y ha defendido que Europa necesita más espacio para la libre expresión y menos poder para unos burócratas que, según él, no han sido elegidos directamente por los ciudadanos. En ese contexto, el dirigente húngaro ha elogiado al empresario y ha asegurado que «se quita el sombrero» ante Musk por «defender el frente».
Desde el otro extremo del espectro político europeo han llegado las réplicas. El ministro de Exteriores francés, Jean-Noel Barrot, ha salido en defensa de la Comisión Europea y ha respaldado con firmeza la decisión de sancionar a X en aplicación de la DSA. En un mensaje publicado también en la propia plataforma, ha subrayado que la transparencia de las grandes redes sociales es «obligatoria» y no una opción voluntaria.
Barrot ha afirmado que la «comunidad reaccionaria» internacional podrá quejarse todo lo que quiera, pero que Francia y la UE no se dejarán intimidar a la hora de exigir claridad sobre cómo funcionan estas plataformas. Ha recordado que la «regla es la misma para todos», citando el caso de TikTok, que aceptó cambios para cumplir con la transparencia exigida, frente a X, que habría rechazado las mismas condiciones.
En Polonia, el tono ha sido especialmente duro. El ministro de Exteriores, Radoslaw Sikorski, ha replicado al empresario invitándole irónicamente a que «se vaya a Marte», asegurando que allí no habría «censura» ni polémicas relacionadas con saludos de corte extremista. Con este comentario, ha querido marcar distancias con la retórica de Musk y remarcar el compromiso de Varsovia con la normativa europea sobre contenidos digitales.
Reacciones desde Estados Unidos y el foco en la DSA
El pulso entre Musk y Bruselas ha traspasado rápidamente el Atlántico. En Estados Unidos, algunos dirigentes han interpretado la multa a X como un gesto hostil hacia las grandes tecnológicas estadounidenses. El secretario de Estado, Marco Rubio, ha calificado la sanción de la Comisión Europea no solo como una acción contra X, sino como un ataque más amplio contra las plataformas de su país y contra los ciudadanos estadounidenses.
Rubio sostiene que se han terminado los tiempos en los que se podía «censurar» a los estadounidenses en internet de manera indirecta a través de regulaciones extranjeras. Sus declaraciones encajan en un clima interno en el que parte del espectro político norteamericano recela de los intentos de la UE por fijar estándares globales en materia digital.
Por su parte, la Comisión Europea insiste en que sus normas no apuntan a ninguna nacionalidad en concreto, sino que se aplican a cualquier plataforma con un peso significativo en el mercado europeo, independientemente de su origen. La DSA, recuerdan en Bruselas, tiene como objetivo principal reducir el contenido ilegal y dañino, aumentar la transparencia de los sistemas algorítmicos y garantizar que los usuarios tengan más control sobre lo que ven en línea.
Otras grandes plataformas tecnológicas ya han pasado por el escrutinio de la DSA. TikTok evitó una multa inmediata tras comprometerse a introducir cambios en su biblioteca de anuncios y a mejorar el acceso a la información. Meta, TikTok y el mercado en línea Temu, entre otros, afrontan investigaciones y cargos por cuestiones de transparencia publicitaria, protección de menores o prevención de la venta de productos ilegales, lo que subraya que el foco de la UE no se limita a X.
Funcionarios europeos recomiendan leer la multa a Musk en el contexto de una estrategia más amplia para limitar el poder de los gigantes tecnológicos y dar margen de maniobra a competidores más pequeños, así como para reforzar la protección de los consumidores. En este marco, la decisión sobre X se ve como un paso más en la consolidación del modelo regulador europeo.
Lo que viene ahora para X y para la regulación digital europea
Tras la notificación de la sanción, X dispone de un plazo de entre 60 y 90 días laborables para explicar a la Comisión qué medidas concretas adoptará para corregir los incumplimientos detectados en cuanto al diseño de la marca azul, la transparencia publicitaria y el acceso a datos para investigadores. También puede optar por recurrir la decisión ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
Fuentes próximas a la compañía apuntan a que Musk prepara una reacción «contundente», lo que podría traducirse en batallas judiciales prolongadas e incluso en cambios técnicos que afecten al funcionamiento de la red social dentro del territorio comunitario. En ocasiones anteriores, el empresario ha amagado con restringir ciertas funcionalidades de X en Europa o con replantearse su presencia en la región si consideraba que el marco regulatorio era demasiado exigente.
Mientras tanto, la Comisión mantiene abiertas otras investigaciones sobre X, entre ellas las relativas a la difusión de contenido ilegal, la desinformación y las herramientas para evitar la manipulación informativa. De forma paralela, continúa el examen sobre el diseño de TikTok y sobre el cumplimiento de sus obligaciones de protección de menores, lo que evidencia que el debate europeo sobre las redes sociales va más allá del caso Musk.
En este contexto, se refuerza la sensación de que la UE quiere consolidarse como referente global en materia de derechos digitales y regulación de plataformas, mientras figuras como Elon Musk plantean un modelo mucho más desregulado, basado en la mínima intervención de los poderes públicos. El pulso entre ambas visiones se juega en los tribunales, en las instituciones y, cada vez más, en el terreno simbólico de la opinión pública.
El episodio de la multa a X y la respuesta explosiva del magnate dejan sobre la mesa un panorama en el que se cruzan intereses tecnológicos, económicos y políticos: una Unión Europea empeñada en aplicar sus reglas digitales, un empresario que presenta esa intervención como una amenaza para la libertad de expresión y una comunidad internacional dividida entre quienes ven en Bruselas un freno a los excesos de las grandes plataformas y quienes consideran que está usando su poder regulador para imponer su propio modelo al resto del mundo.
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