Windows pierde 400 millones de usuarios: causas, consecuencias y retos para el futuro

En la última década, Windows ha dominado el panorama de la informática personal. Sin embargo, el equilibrio está cambiando de forma inesperada y acelerada. Microsoft ha confirmado que su sistema operativo estrella ha registrado una caída notable en su base de dispositivos activos, pasando de 1.400 millones en 2022 a cerca de 1.000 millones en 2025. Esto supone una reducción de 400 millones de usuarios o dispositivos en solo tres años, lo que equivale a casi un 30% de su mercado. Este descenso refleja una realidad que obliga a replantear el futuro de Windows.

Esta contracción no se explica por un único motivo. Diversos factores, tanto internos como externos, se han combinado para debilitar el dominio de Windows. Desde la aparición de alternativas cada vez más competitivas hasta la transformación de los hábitos tecnológicos, pasando por errores propios en la estrategia de Microsoft, la situación invita al análisis y obliga a la reflexión sobre el futuro del sistema operativo más popular de la historia.

Las causas de la pérdida: movilidad, competencia y problemas internos

Uno de los elementos más destacados de esta caída es el cambio en la forma de consumir tecnología. El PC tradicional, antaño imprescindible para trabajar, comunicarse o entretenerse, ha cedido protagonismo a móviles y tablets. Actualmente, para millones de personas es más fácil y cómodo resolver sus necesidades digitales desde la palma de la mano que sentados frente al escritorio. Este giro ha reducido la importancia del ordenador personal, base principal sobre la que se asentaba Windows, origino de su hegemonía durante décadas.

No menos relevante para la situación actual es el empuje de otros sistemas operativos. Apple ha conseguido crecer notablemente en ámbito profesional con sus Mac equipados con chips ARM, mientras que ChromeOS se afianza en las aulas y Linux suma adeptos en sectores públicos de países europeos, especialmente en administraciones que buscan independencia tecnológica. Ejemplos recientes incluyen migraciones masivas hacia software de código abierto en ciudades de Alemania, Dinamarca y Francia.

Pero los desafíos no vienen solo del exterior. Internamente, el lanzamiento y la recepción de Windows 11 han generado polémica. Muchos usuarios han lamentado requisitos de hardware restrictivos, como la obligatoriedad del chip TPM 2.0, que han dejado fuera de la actualización a millones de equipos. A esto se suma una percepción de falta de mejoras sustanciales y la presencia de fallos recurrentes o decisiones impopulares, como la integración de anuncios en partes del sistema. Todo ello ha frenado la adopción y mermado la imagen de la marca.

La retención en Windows 10 y los riesgos de fragmentación

Hoy por hoy, más del 50% de los usuarios de ordenadores de escritorio sigue utilizando Windows 10, a pesar de que su soporte oficial finalizará en octubre de 2025. Para muchos, la actualización a Windows 11 no es viable por falta de compatibilidad de hardware, lo que genera una disyuntiva: renovar el equipo, continuar con una versión sin soporte o buscar alternativas. La resistencia a instalar Windows 11 es palpable, y las cifras evidencian que la migración está siendo mucho más lenta y problemática de lo previsto.

Microsoft ha intentado suavizar la transición ofreciendo un año de soporte adicional para Windows 10, con condiciones como vincular una cuenta o realizar un pago, pero esto no parece suficiente para revertir la tendencia. Se prevé que, a medida que se acerque la fecha límite de soporte, muchos usuarios se inclinen por otras opciones, incrementando la fragmentación y debilitando aún más la posición de Windows. La incertidumbre sobre la estabilidad futura y las alternativas disponibles generan un escenario complejo para Microsoft.

En el sector profesional y en videojuegos, Windows todavía conserva una cuota relevante, pero aquí también surgen amenazas. SteamOS, el sistema de Valve basado en Linux, domina el mercado de consolas portátiles y aspira a expandirse a los escritorios. Si la plataforma pierde atractivo en el entorno gaming, su problema podría agravarse considerablemente.

Impacto en la industria y perspectivas para Microsoft

El descenso de usuarios de Windows ha provocado un terremoto en la industria tecnológica. Las redes sociales y foros especializados recogen un creciente descontento, y las críticas a la estrategia de Microsoft se hacen cada vez más audibles. Las nuevas funciones de inteligencia artificial de los PC Copilot+, presentadas como gran novedad, no han generado el entusiasmo esperado y la percepción general es que la innovación real se ha estancado.

Según los últimos datos de StatCounter, en 2025 Windows 10 mantiene cerca del 53% de la cuota en ordenadores de escritorio, mientras que Windows 11 apenas supera el 36%. Esto, sumado al próximo fin del soporte y a la dificultad de una migración masiva, pone contra las cuerdas la hegemonía histórica del ecosistema de Microsoft.

La empresa es consciente de la gravedad de la situación y sopesa acelerar el lanzamiento de Windows 12 con la esperanza de generar interés renovado. Sin embargo, el avance imparable de dispositivos móviles, la adopción creciente de la nube y la oferta cada vez mayor de alternativas convierten el reto en mayúsculo.

La encrucijada de los usuarios y el porvenir de Windows

Ante este panorama, millones de usuarios tendrán que decidir si renuevan su hardware para seguir en el ecosistema Windows, se mantienen en versiones obsoletas aceptando los riesgos, o dan el salto definitivo a otro sistema operativo. La fuga de 400 millones de usuarios en solo tres años refleja que la era del dominio absoluto de Windows está en entredicho, con un mercado cada vez más abierto y fragmentado.

Este momento representa un desafío inédito para Microsoft, que deberá reinventar su propuesta si quiere volver a estar en el centro de la informática personal. El destino de Windows ahora está en manos de unos usuarios cada vez más exigentes, mejor informados y abiertos a alternativas, en un escenario donde la complacencia ya no tiene cabida.