Nvidia y China: tensiones por presunto espionaje en chips H20

En medio de la creciente rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China, Nvidia se encuentra en el centro de una inesperada tormenta. La venta de sus chips de inteligencia artificial H20 para el mercado chino ha despertado preocupaciones sobre posibles riesgos de espionaje y seguridad que no solo afectan a la empresa, sino que tienen el potencial de sacudir el panorama del sector tecnológico global.

Las sospechas no han tardado en materializarse. Pekín y la Administración del Ciberespacio de China (CAC) han manifestado inquietudes sobre la supuesta capacidad de los chips H20 de Nvidia para permitir el rastreo, localización y control a distancia, lo que podría ser aprovechado para la recolección de datos confidenciales o incluso el apagado remoto de sistemas críticos. Este contexto, marcado por la habitual desconfianza entre ambas potencias, ha dado lugar a una serie de exigencias y reuniones entre el regulador chino y representantes de Nvidia.

China exige explicaciones a Nvidia

La CAC ha sido muy clara en su postura y ha requerido a Nvidia que aporte documentación detallada sobre los posibles riesgos de sus chips y que demuestre, con respaldo técnico, que no existen ni puertas traseras ni sistemas de acceso ocultos en sus componentes. El organismo regulador sostiene que la seguridad de los datos chinos debe estar garantizada y que cualquier tecnología extranjera que acceda al país debe ser transparente.

Estas reclamaciones se producen después de que se supiera que legisladores estadounidenses han debatido leyes para exigir mecanismos de seguimiento en los chips exportados a China, avivando así las sospechas de las autoridades del país asiático sobre un posible espionaje a gran escala. El senador Tom Cotton, por ejemplo, ha sido uno de los que propuso incorporar tecnologías de control remoto en estos semiconductores, lo que ha servido de pretexto a las autoridades chinas para reforzar sus investigaciones.

Por ahora, las autoridades chinas insisten en que Nvidia ofrezca todas las garantías posibles y se disponga a colaborar en auditorías técnicas independientes si es necesario, un requisito que la compañía no ha rechazado, aunque sostiene su inocencia y transparencia.

Nvidia responde ante las acusaciones

La tecnológica norteamericana ha contestado rápidamente a las demandas chinas, asegurando que sus chips no incorporan ningún tipo de función secreta de espionaje. Desde la firma insisten en que la ciberseguridad es un elemento central en su desarrollo de productos y que nunca han facilitado accesos remotos a terceros a través de sus componentes.

Nvidia ha trasladado su compromiso a las autoridades chinas para colaborar en la resolución de las preocupaciones y disipar cualquier sospecha. Aunque la compañía alega que el diseño de los H20 vino motivado por la necesidad de cumplir con las restricciones estadounidenses, subraya que no se ha introducido ninguna característica destinada a la vigilancia. De hecho, han recordado que no existe evidencia pública que sostenga esta acusación, y que están dispuestos a presentar pruebas técnicas cuando se les solicite.

El contexto: guerra comercial y alternativas chinas

Las dudas en torno a Nvidia tienen lugar en plena guerra comercial y tecnológica entre las dos principales economías del planeta. China representa cerca del 13% de los ingresos anuales de Nvidia, motivo por el cual perder este mercado resultaría especialmente costoso para la firma estadounidense.

Por si fuera poco, la presión no solo llega desde los reguladores chinos; Huawei, el gigante local, ya impulsa su chip 910C como alternativa nacional para el desarrollo de inteligencia artificial. Pekín, además, lleva tiempo potenciando su política de autosuficiencia tecnológica y, en este clima de desconfianza, cualquier proveedor extranjero se enfrenta a un escrutinio riguroso.

No es la primera vez que se produce una disputa similar entre ambas potencias. En ocasiones anteriores, compañías como Micron o Intel también fueron objeto de acusaciones de riesgos de seguridad por parte de China, aunque la mayoría de los casos no terminó en sanciones formales.

El caso Nvidia ejemplifica la complejidad de operar en un entorno donde tecnología, economía y geopolítica se entrelazan. La empresa estadounidense ha invertido fuertemente para seguir abasteciendo a sus clientes chinos, llegando a producir cientos de miles de chips adaptados a la regulación vigente, pero ahora se enfrenta a la posibilidad de que sus productos sean vetados por supuestas amenazas de ciberseguridad, a pesar de los esfuerzos por transparentar sus procesos y convencer a los reguladores.

Para los observadores, el trasfondo de la disputa mezcla tanto preocupaciones legítimas de seguridad como presión política y estrategia comercial. Las autoridades chinas parecen usar estas sospechas para negociar mejores condiciones o impulsar la industria local, mientras mantienen un delicado equilibrio para no cortar de raíz el acceso a tecnología clave como la de Nvidia.

Alberto Navarro

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