- Zelda Williams pide que dejen de enviarle vídeos generados con IA que recrean a Robin Williams.
- Denuncia que estas prácticas banalizan los legados y presentan refritos del pasado como innovación.
- Recuerda su apoyo a SAG-AFTRA contra el uso no consentido de imagen y voz de intérpretes.
- Reclama límites éticos claros para plataformas y creadores al usar inteligencia artificial.
En plena oleada de avances en inteligencia artificial, con sistemas capaces de generar imágenes y vídeos de asombroso realismo, el debate sobre sus límites no deja de crecer. Propuestas como Sora 2 o herramientas integradas en redes sociales, al estilo de Grok, ya reproducen voces y gestos con una fidelidad que hace apenas poco parecía ciencia ficción.
Ese salto técnico convive con inquietudes profundas: ¿hasta dónde es legítimo recrear a personas fallecidas sin su consentimiento? La cuestión ha cobrado nueva fuerza tras el último pronunciamiento público de Zelda Williams, cineasta e hija del recordado actor Robin Williams.
Zelda Williams pide respeto al legado de Robin Williams
La directora de Lisa Frankenstein ha publicado en Instagram un mensaje directo a sus cientos de miles de seguidores: solicita que dejen de remitirle clips creados con IA que imitan a su padre. Según explica, ese material no es un homenaje, sino algo que le resulta invasivo y doloroso, y no quiere recibirlo.
Williams insiste en que no va a ver esos contenidos ni a darles validez, y recalca que su padre no habría aprobado ser recreado de esta manera. Subraya además que convertir su memoria en un producto automático es, para ella, una falta de respeto hacia la persona y su trayectoria artística.
La cineasta califica este fenómeno como una pérdida de tiempo y energía que hace daño a quienes conservan el recuerdo del actor. A su juicio, estas piezas generadas por IA carecen de alma y contexto, y se difunden más por el impacto fácil que por un interés genuino en su obra.
Mientras muchos admiradores siguen recordando al intérprete repasando sus películas o compartiendo escenas icónicas, otros han optado por simular su rostro o su voz con herramientas automáticas. Para Zelda, esa deriva, que se presenta como tributo, termina por convertirse en algo incómodo y deshumanizado.
Reproches a la industria tecnológica y a la etiqueta de “el futuro”
Más allá de su caso personal, Williams critica el discurso de que la IA sea inevitablemente “el futuro” del contenido. En su opinión, buena parte de estos sistemas no crean nada verdaderamente nuevo; más bien reciclan y refritan material humano ya existente para empaquetarlo con otro envoltorio.
También cuestiona la fiebre por fabricar piezas virales para plataformas como TikTok, donde el “se parece y suena igual” pesa más que el respeto por la obra original. Ese atajo, dice, reduce legados reales a imitaciones superficiales diseñadas solo para captar clics.
Su reproche se extiende a quienes usan estas técnicas para vender “arte” o música sin proceso creativo genuino: no es creación, sino la producción de objetos ultraprocesados construidos con trozos del trabajo ajeno, despojados de intención y cuidado.
A ello suma el incentivo económico y algorítmico: cuanto más escandaloso, más alcance. Para Williams, ese circuito convierte a los usuarios en meros consumidores pasivos de un flujo de piezas derivadas que, con cada iteración, van perdiendo autenticidad.
Un posicionamiento firme en Hollywood y el marco del consentimiento
La postura de Zelda Williams no es nueva. En 2023 respaldó al sindicato SAG-AFTRA durante la huelga que puso sobre la mesa el uso de IA en la industria audiovisual, denunciando las réplicas digitales de intérpretes sin permiso como una amenaza para el oficio.
Entonces ya advertía de que no se trataba de un debate teórico: lleva años viendo intentos de entrenar modelos con material de actores, incluidos los fallecidos, que evidentemente no pueden dar su consentimiento. Y ese consentimiento, recalca, debería ser un límite infranqueable.
La cineasta defiende el derecho de los artistas vivos a interpretar sus propios personajes, aportar su sensibilidad y su técnica, y no ser sustituidos por un sucedáneo entrenado con su imagen o su voz. La IA, dice, no puede suplantar la humanidad que hay detrás de la actuación.
En su crítica, recurre a imágenes contundentes para describir el proceso de “comer y volver a comer” contenido derivado, una cadena que se vuelve cada vez más degradante. El resultado: un círculo vicioso que trivializa la creación y diluye la memoria de quienes ya no están.
La intervención de Zelda Williams vuelve a encender una conversación clave: la necesidad de reglas claras para el uso de IA generativa en cine y redes sociales, el papel de las plataformas a la hora de frenar abusos y la urgencia de proteger legados artísticos. Su llamamiento recuerda que la tecnología debe convivir con el consentimiento, la ética y el respeto por las personas reales.
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