- Sarah Bond anticipa una Xbox de alta gama con enfoque híbrido y más cercana al PC.
- Rumores apuntan a una APU AMD “Magnus” en 3 nm, GPU RDNA 5 y NPU para IA.
- Se espera un precio elevado; sube un 33% el coste de los kits de desarrollo.
- Ventana orientativa alrededor de 2027 y mayor integración con Windows y tiendas de PC.
Microsoft ya habla abiertamente de su nuevo hardware de sobremesa. En varias entrevistas, Sarah Bond ha reiterado que el próximo sistema será una propuesta “muy premium” y de gama alta, orientada a quienes demandan rendimiento y una experiencia muy cuidada.
La ejecutiva también ha dejado caer que parte de la filosofía se puede intuir en la reciente ROG Xbox Ally X: un dispositivo que alterna entre la “pantalla completa de Xbox” y Windows. Esa pista encaja con un enfoque híbrido entre consola y PC, más abierto a distintos servicios y tiendas.
Diseño y enfoque: una Xbox de gama muy alta con ADN de PC
Las declaraciones recientes sugieren que el siguiente paso de Xbox no será únicamente otra consola al uso, sino un equipo de salón con integración profunda con Windows y un ecosistema menos encorsetado. La idea de limitar los juegos a una sola tienda pierde sentido si el objetivo es facilitar el acceso a catálogos como Steam o Epic Games Store, además del propio entorno Xbox.
Desde Redmond insisten en que el proyecto está en desarrollo activo, con prototipos y diseño en marcha y una colaboración estrecha con AMD. Esa alianza, ya confirmada por la compañía, permitiría dar forma a un “PC consolizado” con experiencia simplificada para el salón, pero sin renunciar a la flexibilidad que aporta Windows.
En cuanto a los plazos, varias fuentes del sector colocan la nueva generación en el horizonte de mediados-fines de década. Se habla de que la estrategia se desvelará de forma más concreta en los próximos ciclos informativos, con 2027 como ventana orientativa manejada en los rumores.
El precio es el otro gran tema. La propia Bond asocia la máquina a una experiencia de muy alto nivel, y eso rara vez es barato: distintas voces del sector creen que el PVP podría ser elevado, incluso por encima de lo habitual en consolas, con estimaciones no oficiales que apuntan a una horquilla de 1.000–1.500 € dependiendo de la configuración final y del contexto macroeconómico.
Un indicador de la presión de costes lo encontramos en los estudios: Microsoft ha incrementado un 33% el precio de los kits de desarrollo de su plataforma, pasando de 1.500 a 2.000 dólares a nivel global. Estos dev kits, más potentes que las unidades de consumo para facilitar pruebas y depuración, son una pieza clave del ecosistema y su encarecimiento apunta a componentes y fabricación más caros de cara a la próxima generación.
Potencia y componentes: lo que apuntan las filtraciones
Las informaciones no oficiales dibujan un hardware muy ambicioso. Varios insiders de hardware coinciden en que la próxima Xbox contaría con una APU AMD de nombre en clave “Magnus” fabricada por TSMC a 3 nm (N3P). Entre los detalles filtrados se barajan una CPU híbrida de 11 núcleos (Zen 6 + Zen 6c), una GPU RDNA 5 con alrededor de 4.352 Stream Processors, memoria GDDR7 que podría alcanzar los 48 GB y una NPU dedicada con hasta 110 TOPS para IA. Todo ello encajaría con un salto de rendimiento enfocado a 4K y a técnicas modernas de reescalado y generación de frames.
Incluso se ha sugerido que la máquina de Microsoft podría situarse por delante de PlayStation 6 en potencia bruta, con afirmaciones como que el chip sería hasta un 46% más grande que el de su rival. Son cifras que, a falta de datos oficiales, conviene tomar con cautela, pero que refuerzan la narrativa de una Xbox decididamente premium.
Más allá de las tablas, el impacto práctico dependerá de la pantalla. Algunos cálculos de insiders especulan con diferencias del tipo 4K a 144 fps frente a 120 fps, algo apreciable en monitores de alta frecuencia, pero menos evidente en televisores convencionales. La clave estará en combinar músculo de GPU con IA para mejorar la nitidez, la fluidez y la latencia sin disparar el consumo.
El enfoque híbrido también tendría efectos colaterales en catálogo y uso. Si el sistema facilita clientes de PC populares junto al entorno Xbox, la biblioteca potencial sería mayor y la consola podría funcionar como un “Steam box” listo para el salón. Al mismo tiempo, esa apertura exigiría políticas de plataforma claras sobre DRM, actualizaciones y compatibilidad para preservar la experiencia sencilla que se espera de una consola.
Con todo, el mensaje que transmite Microsoft es nítido: saltos cualitativos de hardware más que evoluciones graduales, una integración más estrecha con su ecosistema Windows y una propuesta de alto rendimiento para quienes buscan lo mejor posible en el salón, aun a costa de pagar más que en generaciones previas.
La fotografía actual apunta a una Xbox de nueva generación potente, cara y con vocación de PC, apoyada en AMD y en un ecosistema más abierto donde conviven Windows, Game Pass, juego en la nube y tiendas de terceros. Faltan datos oficiales, pero la dirección parece clara y, si se confirma, reordenará cómo entendemos lo que es una “consola” en la próxima década.
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