Cómo desactivar animaciones y transparencias para que Windows 11 vaya más rápido

Las animaciones y transparencias de Windows 11 consumen recursos y afectan a la fluidez en equipos modestos.
Puedes desactivarlas desde Accesibilidad o afinar en Propiedades del sistema para equilibrar estética y rendimiento.
La mejora es de respuesta percibida: no sube los FPS ni la potencia bruta, pero todo se siente más ágil.
Los cambios son seguros y reversibles; activa de nuevo los efectos cuando quieras sin afectar al sistema.

¿Cómo desactivar animaciones y transparencias para que Windows 11 vaya más rápido? Windows 11 entra por los ojos con su look moderno, transiciones fluidas y efectos translúcidos, pero todo eso tiene un coste en rendimiento que en equipos modestos se nota, y mucho. Si tu PC cumple justito los requisitos o si prefieres que todo responda con más chispa, desactivar animaciones y transparencias puede darle un empujón apreciable a la fluidez del sistema. Es un cambio rápido, reversible y totalmente seguro, y no afecta a las funciones ni a tus aplicaciones, solo a cómo se muestran algunos efectos visuales.

Conviene aclararlo desde el principio: estas opciones estéticas embellecen la experiencia, pero demandan CPU, GPU y memoria. Al quitarlas, el escritorio y las apps se sienten más ágiles y las ventanas aparecen sin “florituras”. No ganarás FPS en juegos ni milagros de potencia, pero sí una sensación de rapidez que reduce la torpeza al abrir, mover o minimizar ventanas. Y si en el futuro cambias de equipo o quieres recuperar los efectos, puedes reactivarlos en segundos.

¿Por qué las animaciones y las transparencias afectan al rendimiento?

Las animaciones son esas transiciones suaves al abrir, minimizar o maximizar ventanas, y las transparencias añaden un toque translúcido a la interfaz. Todo muy vistoso, sí, pero esos detalles requieren recursos gráficos y computacionales para calcular, renderizar y aplicar efectos en tiempo real. En un PC con 4–8 GB de RAM, CPU de gama de entrada y gráfica integrada, ese trabajo extra puede traducirse en pequeñas esperas y una sensación de lentitud.

De hecho, hay usuarios y especialistas que han notado que Windows 11 se siente menos veloz que Windows 10 en acciones cotidianas, incluso en equipos potentes y monitores de alta tasa de refresco. La interfaz reluce, pero las transiciones pueden “arrastrar” la percepción de fluidez: aunque el hardware sea capaz, la duración y la cantidad de animaciones añaden milisegundos que se suman al conjunto.

Importa subrayar un punto clave: desactivar estos efectos no hace que tu procesador corra más ni que tu gráfica rinda por encima de sus posibilidades. Es una optimización de la experiencia visual, no un overclock. Lo que notarás es que todo “entra” antes: menos tiempo perdido en animaciones y, por tanto, una respuesta más directa al clic o al atajo de teclado.

Y, por si te lo preguntas, no pierdes ninguna función: seguirás teniendo el mismo menú de inicio, las mismas apps y la misma barra de tareas. Solo eliminamos adornos para priorizar la rapidez. Si te arrepientes, basta con volver a activar las opciones y listo.

Desactivar animaciones desde Configuración: el método rápido

Si quieres ir a tiro hecho y aplicar un recorte inmediato a la “capa de maquillaje” de Windows 11, el camino más corto está en el panel de Accesibilidad. En un par de clics puedes desactivar las animaciones y, si quieres, también las transparencias. Los cambios se aplican al instante, sin reinicios ni historias.

Abre Configuración (Windows + I) o haz clic derecho en el escritorio y entra en “Configuración de pantalla”.
En el menú lateral, entra en “Accesibilidad”. Es el apartado que reúne ajustes visuales y de interacción.
Accede a “Efectos visuales”.
Desactiva “Efectos de animación”. El sistema reducirá transiciones y movimientos en la interfaz.
Opcional: desactiva también “Efectos de transparencia” para que los fondos translúcidos pasen a tonos sólidos y ahorrar otro poquito de recursos.

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En cuanto a resultados, lo notarás al instante: las ventanas dejan de “flotar” y aparecen de forma más directa, y al minimizar o maximizar se elimina ese pequeño retardo que aportaban las transiciones. Es un ajuste ideal para ordenadores antiguos o justitos de potencia, y también para quienes priorizan la respuesta rápida sobre el aspecto visual.

Ajustar efectos visuales desde Propiedades del sistema: control fino

Si prefieres un enfoque más granular, Windows 11 mantiene el clásico panel de “Propiedades del sistema” con todas las casillas de efectos visuales. Aquí puedes optar por un preajuste o personalizar a la carta qué animaciones y adornos conservar. Perfecto si quieres equilibrio entre rendimiento y estética.

Pulsa Windows + R para abrir “Ejecutar”, escribe sysdm.cpl y acepta. También puedes buscar “Ver configuración avanzada del sistema” desde el menú Inicio.
En la pestaña “Opciones avanzadas”, dentro del bloque “Rendimiento”, haz clic en “Configuración…”.
En “Efectos visuales” verás cuatro opciones:
Dejar que Windows elija la configuración más adecuada para el equipo.
Ajustar para obtener la mejor apariencia, que activa todos los efectos y sombras.
Ajustar para obtener el mejor rendimiento, que desactiva el conjunto de animaciones y adornos visuales.
Personalizar, que te deja marcar y desmarcar cada efecto individualmente.

Si eliges “Ajustar para obtener el mejor rendimiento”, verás una interfaz más sobria: las letras perderán sombras, las ventanas aparecerán sin transiciones y todo se sentirá más inmediato. Si prefieres “Personalizar”, te recomendamos desmarcar como mínimo estas casillas para maximizar la agilidad sin sacrificar por completo el look moderno:

Animar controles y elementos dentro de las ventanas.
Animar ventanas al minimizar y maximizar.
Animaciones en la barra de tareas.
(Opcional) Mostrar sombras bajo las ventanas y los menús, si quieres sumar algún milisegundo extra.

Este panel es ideal para experimentar sin miedo: prueba combinaciones, aplica y observa cómo responde el sistema. No hay riesgo: puedes cambiar de idea y volver atrás tantas veces como quieras. Si más adelante renuevas PC por uno más potente, bastará con seleccionar “Mejor apariencia” para recuperar las florituras en un momento.

¿Cuándo conviene desactivar estas opciones?

Es especialmente recomendable si tu equipo va justo de recursos: menos de 8 GB de RAM, CPU de entrada, gráfica integrada o almacenamiento no demasiado rápido. En estos casos, suprimir animaciones y transparencias descarga de trabajo al sistema y reduce el “lastre” visual que hace que todo parezca más lento de lo que realmente es.

Incluso si cumples holgadamente los requisitos, puedes preferir una respuesta más tajante al clic. Hay quien, teniendo monitores de alta frecuencia (144 Hz o 240 Hz), comenta que las animaciones hacen que Windows 11 se sienta más “pesado” que Windows 10. Reducir efectos suaviza esa sensación y aporta inmediatez al moverte por el escritorio, abrir el Explorador o conmutar entre ventanas.

Si trabajas con muchas apps a la vez, abres y cierras ventanas constantemente o cambias de escritorios virtuales, notarás el beneficio más claro. Son acciones repetitivas donde cada transición suma; eliminarlas se traduce en segundos ganados al cabo del día y una percepción de mayor agilidad.

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Otro escenario típico es el portátil de batalla con 4 GB a 8 GB de RAM: aplicar “Mejor rendimiento” en efectos visuales puede ser mano de santo. El cambio es inmediato y no requiere reiniciar. Si posteriormente instalas más memoria o actualizas hardware, siempre puedes volver a un ajuste más vistoso.

Preguntas habituales y aclaraciones

¿Esto mejora los FPS en juegos o el rendimiento bruto de apps pesadas? No. Los efectos visuales del escritorio no multiplican la potencia de tu CPU o GPU. El beneficio está en la velocidad percibida al interactuar con la interfaz: ventanas y menús aparecen antes porque suprimimos las transiciones.

¿Puedo “acelerar” las animaciones en lugar de desactivarlas, como en algunos móviles? Windows 11 no ofrece un control de velocidad de animación al estilo de las opciones de desarrollador de Android. La vía práctica para que todo se sienta más veloz es reducir o desactivar las animaciones mediante Accesibilidad o con el panel de Rendimiento en Propiedades del sistema.

¿Se rompe algo si quito las transparencias o las animaciones? En absoluto. Las funciones siguen intactas; solo cambian los adornos. Apps, menús y ventanas operan igual, solo que sin transiciones y sin fondos traslúcidos. Y recuerda: todo es reversible.

¿Qué diferencia hay entre quitar “Transparencias” y poner “Mejor rendimiento” en el panel clásico? Al desactivar solo Transparencias conservas muchas animaciones pero eliminas la capa translúcida, lo que reduce el coste gráfico sin borrar todas las florituras. Con “Mejor rendimiento”, en cambio, desactivas de golpe el conjunto de efectos visuales para maximizar la agilidad.

¿Cómo vuelvo a activarlo si no me convence? Vuelve a Configuración > Accesibilidad > Efectos visuales para reactivar “Efectos de animación” y “Efectos de transparencia”, o entra en sysdm.cpl y elige “Mejor apariencia” o “Dejar que Windows elija”. Recuperar el look moderno está a dos clics. Además de todo esto si estás pensando en comprar otro portátil u PC para mejorar te dejamos este artículo: Qué mirar al comprar un portátil Ultra: VRAM, SSD, TDP y pantalla

Rutas alternativas de acceso y pequeños trucos

Si te manejas mejor desde el Escritorio, hay un atajo cómodo: clic derecho en el fondo de pantalla, “Configuración de pantalla” y, desde el menú lateral, a “Accesibilidad” y “Efectos visuales”. Para los nostálgicos del panel clásico, otra ruta útil es Configuración > Sistema > Información (al final), “Configuración avanzada del sistema” y, en Rendimiento, “Configuración…”.

Un consejo práctico: si dudas entre apariencia y velocidad, empieza por desactivar solo “Efectos de animación” y “Transparencias” en Accesibilidad. Es la dosis mínima con impacto visible. Si quieres exprimir un poco más, remata con “Animar controles y elementos” y “Animar ventanas al minimizar y maximizar” en el panel clásico.

Tras aplicar “Mejor rendimiento”, es normal notar que la tipografía y los menús se ven más planos: has quitado sombras y transiciones. Eso es precisamente lo que acelera la percepción. Si echas de menos algún toque estético, activa solo las casillas que añaden valor para ti (por ejemplo, sombras bajo el puntero o suavizado de bordes de las fuentes).

Quienes usan muchos escritorios virtuales o cambian de tareas a menudo suelen agradecer especialmente este ajuste. Menos animación implica conmutaciones más secas y rápidas, algo que suma en productividad cuando alternas entre apps, documentos y navegadores continuamente.

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Consejos complementarios para ganar agilidad

Además de las animaciones, hay factores que influyen en la sensación de ligereza del sistema. En Windows 11 viene bien revisar las apps de inicio y el software que ya no usas: reducir bloatware y controlar qué arranca con el sistema ayuda a que todo vaya más suelto desde el minuto uno. No es un requisito para que las animaciones dejen de estar, pero suma.

Otro apunte que puede interesarte, especialmente si tu unidad es un SSD: algunos usuarios consideran desactivar BitLocker en equipos donde no es necesario para exprimir un poco más el rendimiento de la unidad. Es una decisión con implicaciones de seguridad, así que valora pros y contras antes de tocarlo. En cualquier caso, no es imprescindible para notar la mejora al quitar animaciones y transparencias.

Si tras estos cambios sigues notando que Windows 11 se mueve perezoso, plantéate una pequeña actualización de hardware (pasar de 4 GB a 8 GB de RAM, por ejemplo) o revisar procesos en segundo plano. Las optimizaciones visuales son un buen primer paso, pero no sustituyen a un sistema con recursos equilibrados para tus tareas.

Una última idea para quienes buscan un término medio: usa “Personalizar” en el panel de Efectos visuales para conservar justo lo que te aporta valor estético (alguna sombra, quizá) y desactiva lo que más retrasa la interacción (animaciones de minimizar/maximizar y de la barra de tareas). Es el camino para tener un Windows 11 bonito pero sin freno de mano.

Guía rápida: dos formas de dejar Windows 11 más ágil

Si te gusta tener los pasos bien ubicados, aquí tienes las dos rutas principales. Ojo: no hace falta usar ambas; con una basta. Elige la que te sea más cómoda y prueba cómo responde tu equipo.

Método 1: Accesibilidad > Efectos visuales

Entra en Configuración > Accesibilidad > Efectos visuales y apaga “Efectos de animación”. Si quieres un extra, apaga “Efectos de transparencia”. Verás el cambio al instante al abrir ventanas o moverlas por el escritorio.

Método 2: Propiedades del sistema (sysdm.cpl)

Abre Ejecutar (Windows + R), escribe sysdm.cpl, pestaña “Opciones avanzadas” > Rendimiento > Configuración… y marca “Ajustar para obtener el mejor rendimiento”. O elige “Personalizar” y desmarca “Animar controles y elementos”, “Animar ventanas al minimizar y maximizar” y “Animaciones en la barra de tareas”. Es la receta equilibrada para aligerar sin dejar la interfaz en los huesos.

Para quienes venían de Windows 10 y notan Windows 11 más perezoso, esta combinación de ajustes ha demostrado darle ese punto de viveza que faltaba. Son cambios que tardan menos de un minuto, se aplican sin reiniciar y no comprometen estabilidad ni compatibilidad.

Quitando adornos como transiciones, sombras y transparencias, Windows 11 gana nervio y responde más rápido a tus acciones. No hará magia con tus FPS ni con cálculos pesados, pero sí recorta esperas sutiles en cada interacción. Y como siempre, si prefieres el acabado estético, puedes recuperar los efectos cuando quieras con un par de clics.