- Se cumplen tres décadas del estreno del primer largometraje íntegramente animado por ordenador.
- Un desarrollo lleno de reescrituras transformó a Woody y consolidó a Buzz Lightyear.
- Curiosidades: guiños a Kubrick, el origen de Combat Carl y el papel de Jim Hanks.
- Steve Jobs impulsó el modelo Pixar-Disney; la saga está disponible en Disney+ en España.
Treinta años después de su llegada a los cines, Toy Story sigue siendo la obra que redefinió la animación y abrió una nueva etapa en el cine familiar. La odisea de Woody, Buzz y compañía no solo conquistó al público, también demostró que la tecnología podía ir de la mano de relatos con alma.
La efeméride se celebra en noviembre y pone el foco en un hito: fue el primer largometraje realizado íntegramente por ordenador. En España y en toda Europa, el aniversario invita a revisitar sus claves, su gestación accidentada y las pequeñas anécdotas que explican por qué este universo permanece tan vivo.
Treinta años de una revolución digital
Estrenada el 22 de noviembre de 1995, Toy Story consolidó a Pixar como estudio y cambió el rumbo del sector. Con un presupuesto ajustado, la película rozó los 400 millones de dólares en taquilla mundial y abrió la puerta a una franquicia intergeneracional sin precedentes.
Su proeza técnica no eclipsó a la historia. Cada plano requirió una potencia de cálculo colosal para la época: el renderizado de un fotograma podía tardar entre 4 y 13 horas. Aquella “artesanía digital” dio como resultado imágenes inéditas hasta entonces, pero lo que se quedó fue la emoción.
La Academia reconoció el salto con nominaciones y un galardón especial a John Lasseter por la innovación. Sin embargo, lo que de verdad pasó a la historia fue que la narrativa podía ensancharse más allá de los clichés del musical y que los personajes animados soportaban conflictos complejos y universales.
Un arranque turbulento: del ventrílocuo al sheriff
El camino hasta el corte final fue cualquier cosa menos lineal. A finales de 1993, los primeros borradores presentados a Disney generaron rechazo: Woody era sarcástico, incluso antipático, y la trama no funcionaba. Hubo un ultimátum y, a contrarreloj, el equipo reescribió la película para encauzar tono y personajes.
En ese proceso, Buzz pasó por identidades de lo más variopintas —Lunar Larry, Tempus o Morph— antes de convertirse en Buzz Lightyear. También Woody cambió de raíz: de muñeco de ventrílocuo inquietante a vaquero de cuerda con liderazgo y vulnerabilidad reconocibles.
Disney presionó durante meses para que fuera un musical, siguiendo la tendencia del momento, pero Pixar mantuvo la brújula creativa y optó por canciones integradas sin convertir la cinta en números musicales constantes. Años después, eso sí, la historia daría el salto al escenario en formato musical dentro de la oferta de la compañía.
Detalles y guiños que quizá pasaste por alto
El explosivo vecino Sid iba a destruir una figura con licencia de GI Joe, pero la marca se negó. Resultado: nació Combat Carl, un personaje propio que acabaría reapareciendo en cortos y secuelas con vida propia.
La casa de Sid esconde un homenaje cinéfilo: la alfombra recuerda al patrón del Hotel Overlook de El resplandor. Y el militar de plástico Sarge bebe del arquetipo del instructor implacable popularizado en el cine bélico, con la voz de R. Lee Ermey sumando autenticidad.
El nombre de Sid procede de Sid Vicious, y el apellido Phillips sería un guiño interno a un trabajador de Pixar conocido por desarmar juguetes. Esos rasgos terminaron perfilando a un antagonista tan travieso como memorable.
Hubo decisiones de casting que hicieron historia… por ausencia. Billy Crystal rechazó poner voz a Buzz Lightyear y más tarde se resarció como Mike Wazowski en Monstruos, S.A. En paralelo, por agenda, Tom Hanks no pudo grabar frases para ciertos juguetes de Woody y su hermano Jim Hanks asumió esa voz en el merchandising.
Hasta el guion guarda sorpresas: Joss Whedon formó parte del equipo que pulió gags y frases inolvidables, una muestra de la mezcla de talentos que dio cuerpo al tono de la película.
El empujón definitivo: Steve Jobs, Pixar y Disney
La travesía empresarial fue igual de decisiva. Tras conocer a Ed Catmull en los ochenta, Steve Jobs apostó por Pixar cuando el largometraje por ordenador parecía una quimera. Su respaldo permitió mezclar la cultura creativa de Hollywood con la ingeniería de Silicon Valley bajo un mismo techo.
Esa estrategia implicó abandonar encargos publicitarios de bajo margen para centrarse en crear propiedad intelectual propia. Con paciencia y método, el estudio consolidó una dinámica de trabajo donde tecnología y relato se retroalimentaban.
La colaboración con Disney aportó oficio: décadas de aprendizaje sobre cómo “montar” una película antes de animarla aceleraron procesos y evitaron tropiezos. Sin esa transferencia de conocimiento, Toy Story difícilmente habría alcanzado el mismo acabado.
Cómo revisitar la saga hoy
Quien quiera celebrar la efeméride lo tiene fácil: en España y el resto de Europa la saga está disponible en Disney+. Es una oportunidad para revisitar la primera entrega y comprobar cómo su mezcla de humor, riesgo tecnológico y emoción sigue funcionando igual de bien varias generaciones después.
Treinta años después, Toy Story permanece como punto de inflexión que convirtió la animación por ordenador en estándar. De un arranque lleno de dudas a un fenómeno global, su legado está en cada plano, en cada personaje y en la industria que ayudó a transformar.
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