- OpenAI mantiene el control de su fundación sin ánimo de lucro sobre la nueva Public Benefit Corporation (PBC), tras intensas presiones legales, regulatorias y de figuras del sector.
- La transformación en PBC permite a OpenAI atraer inversión privada y ofrecer acciones a empleados e inversores, sin perder de vista un mandato ético y social.
- Elon Musk y otros críticos han cuestionado el rumbo de OpenAI, lo que ha precipitado una revisión de la estructura y la reafirmación de su misión original beneficiosa para la humanidad.
- El modelo híbrido busca equilibrar la sostenibilidad financiera, el desarrollo de la AGI y el impacto social positivo, situando a OpenAI en una posición singular respecto a otras firmas tecnológicas.
OpenAI ha anunciado un importante cambio en su estructura corporativa tras meses de especulación, debate interno y presión externa. El laboratorio creador de ChatGPT mantendrá el control principal en manos de su organización sin ánimo de lucro, aunque su filial de negocio pasará a operar como una Public Benefit Corporation (PBC). Esta fórmula legal, muy utilizada en Estados Unidos por empresas con objetivos sociales, permitirá a OpenAI buscar rentabilidad sin perder su enfoque ético y de impacto social positivo.
La decisión llega después de una etapa marcada por la controversia sobre la posible conversión total de OpenAI en una empresa lucrativa. Personalidades del sector tecnológico, exempleados, miembros de la comunidad científica y, especialmente, Elon Musk, han criticado la deriva de la empresa y han llegado incluso a iniciar procesos legales para evitar lo que entendían como un riesgo para la misión fundacional: lograr que la inteligencia artificial general (AGI) beneficie a toda la humanidad.
El cambio de rumbo: de la ganancia limitada a la Public Benefit Corporation
Desde su origen en 2015, OpenAI operó como una organización plenamente sin ánimo de lucro. Sin embargo, la necesidad de captar fondos para desarrollar modelos cada vez más potentes llevó a la creación, en 2019, de una filial comercial con beneficio limitado. En plena explosión de la IA generativa y ante una elevada demanda de capital —tras inversiones multimillonarias de Microsoft y SoftBank—, OpenAI había barajado la posibilidad de cambiar completamente de modelo.
El nuevo planteamiento implica que la fundación sin ánimo de lucro seguirá supervisando y controlando la actividad del negocio. La filial comercial se convertirá, sí, en una Public Benefit Corporation, pero esto no implica ceder el mando a accionistas externos. Según Bret Taylor, presidente del consejo de administración, «la organización sin ánimo de lucro será el accionista principal de la PBC y custodiará la misión social».
Esta estructura proporciona flexibilidad para captar inversión —ahora empleados e inversores podrán recibir acciones directamente—, pero introduce obligaciones legales explícitas sobre el impacto positivo en la sociedad. El propio Sam Altman, CEO de la compañía, ha remarcado que «no es una venta, sino una simplificación para crecer sin perder nuestra razón de ser«.
Presiones regulatorias, el pulso de Musk y la crisis institucional
Las dudas sobre el equilibrio entre ética y rentabilidad han estado sobre la mesa desde hace años. El detonante para la decisión final ha sido, sin embargo, la presión de organismos estatales y de destacados miembros de la industria. Fiscales generales de California y Delaware supervisaron el proceso y recibieron cartas de exempleados, científicos laureados y líderes de opinión preocupados por una pérdida de rumbo en OpenAI.
Por otro lado, Elon Musk, cofundador de la empresa, ha sido uno de los críticos más visibles. Musk impulsó una demanda legal tras abandonar la compañía, acusando a OpenAI de haber comprometido su misión fundacional para favorecer los intereses de grandes inversores como Microsoft. OpenAI, en respuesta, ha recalcado que «la fundación seguirá teniendo el control total sobre la nueva PBC, sin renunciar a su enfoque ético».
Impulso económico y misión social: retos y oportunidades
OpenAI vive un momento de crecimiento sin precedentes: ChatGPT acumula cientos de millones de usuarios y la valoración de la empresa ronda ya los 300.000 millones de dólares. La compañía se ha fijado objetivos de ingresos muy ambiciosos para los próximos años, pero la magnitud de la inversión necesaria para avanzar hacia la AGI es colosal. «Hablamos de billones de dólares en infraestructura, chips y talento de primer nivel», reconoce Altman.
La nueva estructura permite a OpenAI ofrecer retornos a inversores y empleados sin que estos puedan imponer su voluntad por encima de la misión colectiva. El modelo PBC ha sido adoptado también por otras empresas del sector, como Anthropic o X.ai, pero OpenAI mantiene como seña distintiva que el control sigue en manos de la fundación originaria.
Transparencia, compromiso ético y desafíos futuros de la AGI
OpenAI sostiene que esta evolución responde a la necesidad de combinar transparencia, ética y músculo empresarial. El compromiso público de Altman y Taylor apunta a seguir trabajando «con gobiernos, empresas y sociedad civil para que la inteligencia artificial siga siendo accesible, responsable y abierta».
El debate sobre el futuro de OpenAI sigue abierto. Algunas voces advierten que el nuevo modelo podría dificultar la captación de gran capital comparado con estructuras puramente mercantiles, ni tampoco que el control de la fundación acabe bajo presión conforme avanza la carrera global por la AGI. Sin embargo, la compañía ha presentado una solución intermedia y dinámica: captar recursos sin perder de vista el beneficio social.
OpenAI continúa en una etapa en la que busca demostrar que es posible liderar la innovación tecnológica más disruptiva del siglo XXI sin relegar la ética y el interés general. La sociedad y el sector seguirán muy atentos a si logra mantener esa promesa en el tiempo.
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